miércoles, 12 de noviembre de 2014

Origen afrocaribeño de la Salsa.









Algo que no se debe olvidar cuando se habla de Salsa o de alguno de las muchas músicas de origen afrocaribeño, es que todos estos ritmos están hechos para bailar. La importancia del baile en el Caribe no es ninguna novedad, y desde la llegada de los españoles todos los textos de cronistas y viajeros están repletos de referencias a la cultura festiva y bailadora de los americanos. Para los cubanos especialmente, la música y el baile han ocupado siempre un lugar muy importante dentro de la sociedad, y de ello queda constancia en innumerables ensayos, artículos y tratados que estudian minuciosamente el tema. Sin embargo se puede considerar la segunda mitad del siglo XIX como la etapa crucial en el proceso de entrecruce y criollización de los géneros musicales y bailables provenientes tanto de África como de Europa.

En este mismo período y como producto de la hegemonía ejercida por el vals, la polca y la contradanza, el baile de pareja se había consolidado como el estilo más difundido en los salones. Es así como Cuba entra al siglo XX
bailando danzón, hijo directo de la habanera y la contradanza. A partir de allí el asunto no ha parado, al punto de que en Cuba cada cierto tiempo parece llegar el momento en que los bailarines se aburren de una música y se buscan otra que los entretenga y ponga a bailar nuevamente. Primero, como se dijo, fue el danzón; luego, una vez que se puso pesado y monótono, le incorporaron el danzonete al final del tema para hacerlo menos cuadrado y más alegre y suelto para los bailadores. Luego llego el son oriental a principios de los años `30. Pero una vez más surgió el mentado agotamiento de los bailadores y fue necesario que los músicos ensayaran nuevos ritmos. Así se llegó al mambo en los `40, al chachachá en los `50, la pachanga en los sesenta, y así sucesivamente hasta llegar al songo en los `80 y por supuesto a la timba en los `90.





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